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Valle de los relatos...

Intento describir tu sexo y me distraigo en tu silueta, cada voltereta tuya conjuga mi perdición. Eres el sinónimo predilecto de oración por que te contemplo y oro por gracia por que te siento y pido misericordia, y ante tu presencia grito a mi alma desnuda lo profunda e indigna que me haces ser. Y sesgados mis motivos sinfónicos, te pido mio ser. 
En esos brazos carmesí aprendí el sabor de lo dulce, lo sublime, la magia de crecer y  en tu risa vibrante conocí la doblez de la lealtad un hierro de moléculas extrovertidas. En tu oriente viví la experiencia más cercana a un intermitente placer... En tu barco arribe a los océanos de la más agonizante tiranía, y pensar que tu barco era mi anhelo, el mismo que vi deshecho por la déspota invasión de trasuntes sin valía. Camine tus murallas, las tatué todas en mi desvelo, ahí entre noches sin tiempo las ví tuyas, no mías, porque las hiciste para mí, no por mí, no eran la obra de arte que mis sueños pregonaban, eran el despertar maldito de petulantes castigos. Pequé a tu nombre, porque al mío las cuentas estaban saldadas, redimidas en gotas de sangre, las que a tu verbo fueron placer. Deambule sin prisa, ajena, distante de mi realidad, a oscuras, apagada, ya había vendido mi norte al naufragio de un sol prometido a ser naciente, al que el horizonte mezquino le cambio el